En el renacimiento de Los 50

Publicado por Ennio Sotanaz On 8:59


(Dedicado a José Antonio Martín, Petón, Primus inter Pares)

110 años han transcurrido desde que una tarde de abril –luminosa, no importa si llovía- un grupo de estudiantes en su mayoría vascos se reunieron en la madrileña calle de la Cruz. Su propósito fue fundar un club de “football”, con sede en Madrid y rango de sucursal del Athletic Club de Bilbao. Muy pronto se formó un equipo que entonces vestía de blanco y azul, jugaba en los aledaños del frontón del Retiro, y se enfrentaba a clubes ya arrumbados por el tiempo como el Iberia, el Hispania, o el Amicale.

Aquel Athletic Club fue germen e inspiración de uno de los clubes más ilustres y más galardonados del mundo: el Atlético de Madrid. Sus recientes 110 años nos descubren toda una epopeya que va desde el entorno aficionado hasta el profesional, desde el rumor pedregoso de los campos de tierra hasta el coro desafinado de los Estadios, desde la rivalidad sin remedio de los campeonatos regionales hasta la cima babélica de las competiciones internacionales. Cientos de futbolistas de nombre imborrable han defendido sus colores – entre tantos Ben Barek, Juncosa, Collar, Ufarte, Adelardo, Peiró, Luis, Gárate, Reina, Leivinha, Dirceu, Kiko, Caminero, Fernando Torres, Falcao-, todos brío y todos seda,  en el clamor de una afición que se adivina singular.

Ser del Atlético de Madrid exige o supone o procura un sentimiento mayúsculo de identidad. Tal vez tantos aficionados de tantos clubes puedan esgrimir un análogo orgullo, un análogo fervor; la diferencia es acaso el poso de melancolía y el lazo incondicional que prestigian a quienes nos sentimos colchoneros. Pese a los contratiempos y a las adversidades, pese a las fatalidades y a los sinsabores, el seguidor del Atlético nunca renuncia a su condición. El empeño de ser y la convicción de pertenecer alimentan un poso romántico que nos hace atléticos aunque no corra el balón o aunque éste se aleje de aquella portería. No somos únicos pero somos diferentes, no somos mejores pero somos privilegiados.

Hinchas rivales y medios de prensa yerran al interpretar las hechuras de dicho sentimiento. Confunden la fidelidad con la resignación, la fe con el ofuscamiento, el celo con la temeridad. Trazan y pregonan la imagen de un club a la sombra de otro, de una afición sufriente por oficio, de un equipo maldito que todos los días se descose por un gol estrafalario de Schwarzembeck.

Lo verdaderamente preocupante es que la entraña del Club que desde más de cinco lustros gobierna o desgobierna la ya centenaria Institución se suma al corifeo de quienes parodian el rastro del Atlético de Madrid. Compran y venden y venden y compran, disimulan situaciones dramáticas con espasmos publicitarios, privilegian y desdeñan y alaban y repudian desde el espurio vientre de su legitimidad.

Los 50 es el nombre de la peña que en otoño de 1930 adoptó un grupo de aficionados atléticos que en su mayoría procedía de la llamada “Peña de los Forofos”. Nombres de candilejas y estoque como Arniches y  Lalanda se unían a otros de casta rojiblanca como Rodríguez Arzuaga, Barroso, o Cotorruelo.

Más allá de su ardor dulce y guerrero, Los 50 convergían en el anhelo de restituir durante el sombrío gobierno de Luciano Urquijo los no tan remotos valores que distinguían a su Club. “Ha llegado el instante”, rezaba el texto que los primigenios 50 publicaban en las páginas del progresista “La Libertad”.

Tal vez ahora, tantas y tantas décadas después, haya de nuevo llegado el instante. El instante de reivindicar la voz, la virtud, el sentido, la Historia. El instante de desterrar el fatalismo, de esquivar en despeje de puños el disparate y la caricatura.

En la estela portentosa de sus antecesores, Los 50 han recobrado su signo y su huella. El 25 de abril de 2013, víspera del aniversario de la fundación del Athletic Club y por ende del Atlético de Madrid, una nueva formación de atléticos de santo y seña presentó en sociedad la versión de nuevo siglo de Los 50. Unidos a sus antecesores en identidad y en propósito de estilo, la rediviva Peña aspira a participar en la custodia de la Historia y de los principios que distinguen a nuestro Club. Se trata de paliar la ignorancia y de denunciar la desmesura que dolorosamente también brota desde la arquitectura de nuestra platea.

En tan prometedora reedición de Los 50 abundan los nombres ilustres, algunos ligados a nuestra tradición como los de Salazar y Acha. O el de Irezábal, mi bisabuelo, que en su calidad de presidente del Athletic de Bilbao fue invitado a participar en la más conspicua peña de su fraterno rival.

Porque yo también pertenezco a Los 50, timbre añadido a mi condición ya honorable y devota de rojiblanco. Ni seguidor, ni aficionado, ni socio: sencilla y felizmente y hondamente rojiblanco. Del Atleti.

Derrochando coraje y corazón. Larga vida a Los 50.

Fernando M.-Vara de Rey de Irezábal

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